Mentuhotep I: El renacimiento del imperio medio

Durante la época comprendida en los siglos finales del II milenio a. de C., todo el Mediterráneo oriental se ve sacudido por avasalladores movimientos migratorios.

Las estructuras de poder que hasta entonces controlaban los equilibrios estatales en la región se ven derribados por pueblos en busca de lugares de asentamiento. Egipto, debido a su situación geográfica, no podía escaparse de la realidad histórica del cambio de milenio.

Esta posición determinaba dos aspectos: Por una parte, se encontraba lo suficientemente cerca del Próximo Oriente como para no permanecer inmutable; por otra, el tradicional aislamiento del país posibilitó que no se viese invadido por estos pueblos migratorios. Sin embargo, a pesar de esto, las consecuencias iban a ser duraderas.

La amenaza demostró la debilidad del poder central instaurado en la figura del faraón. Pronto, las clases dirigentes egipcias se percataron de la situación real. Ante la posible amenaza externa, se produjo un fenómeno de dispersión de los poderes. Cada gobernador, dentro de su propia provincia empezó a actuar de manera independiente al monarca. La situación llegó a tales extremos que muchos de estos gobernantes locales llegaron a conferir a sus cargos la categoría de hereditarios, transmitiéndolos a sus descendientes. El prestigio del faraón decayó sobremanera y su poder tan sólo era nominal.

La necesidad de recobrar la unidad de las tierras en torno a El Nilo provocó un movimiento de reacción cuyos orígenes se encuentran en la ciudad de Tebas. Allí, sus gobernadores decidieron reunificar el poder que antaño había ostentado Egipto en su periodo denominado Imperio antiguo. Se inició una guerra dirigida desde Tebas contra todos los poderes locales. Fue una guerra especialmente larga, cuyas improntas de época de desgracias y crueldad quedarían grabadas en las mentes de los egipcios durante siglos. Tan sólo, 110 años después del inicio de la contienda, los tebanos eran capaces de tomar la ciudad de Herakleópolis. Las tropas seguidoras de los gobernadores tebanos, comandadas por Mentuhotep, habían conseguido unificar de nuevo todo el país bajo una única dinastía.

Hoy en día, todavía los egiptólogos discuten el origen de los gobernadores tebanos propulsores de la unidad. Se sabe que Mentuhotep era descendiente de Antef. Sin embargo, hasta la conquista de Herakleópolis, se sucedieron cuatro gobernadores de Tebas empeñados en el proyecto. Lo cierto, contrastado históricamente, es que Mentuhotep fue coronado emperador con el primero de los de su nombre, dando comienzo a la recién instaurada XI Dinastía y al llamado Imperio Medio, una nueva época de prosperidad del país de El Nilo. Su reinado se extendió durante prolongados años, aproximadamente desde el 2060 hasta el 2010 a. de C. Durante su reinado, uno de los principales objetivos que persiguió su política, tanto interna como externa, fue la consolidación de la nueva dinastía por él inaugurada.

Dentro de estos objetivos que se marcó Mentuhotep I, fueron dos los principales instrumentos que tuvo al alcance de su mano y que no dudó en aprovechar en ningún momento. Por un lado, el diplomático, con el establecimiento de relaciones con príncipes supuestamente no adictos al nuevo régimen; por otro, el militar. El uso de la fuerza para alcanzar sus objetivos debió ser una constante, como lo demuestra la abundancia de estatuillas de soldados en las tumbas fechadas en estos años. Incluso, después de la toma de Herakleópolis, el nuevo faraón tuvo que hacer frente a numerosas revueltas en el norte.

Como hemos comentado, en el ámbito interno, Mentuhotep I Nebhepetre intentó sellar la legitimidad y la autoridad de la dinastía por él fundada a toda costa, por encima de cualquier fuerza centrífuga que pudiese desestabilizar la nueva unidad conseguida. No dudo para ello en utilizar a gran cantidad de personas afines a su régimen provenientes de Tebas. Esta es la razón por la que numerosos gobernadores y príncipes locales fueron sustituidos por hombres de confianza de origen tebano que pronto ocuparon sus puestos de responsabilidad. Sin embargo, también supo aprovechar la experiencia de algunos dirigentes locales, no dudando en mantenerlos en sus puestos de relevancia con el fin de mantener una cierta seguridad y paz en el reino.

En la administración, se llevó a cabo una profunda remodelación de las estructuras que habían sobrevivido de los gobiernos del conocido como Imperio antiguo. Muchos de los cargos de funcionarios de palacio fueron suprimidos, mientras que se crearon gran cantidad de puestos importantes nuevos, también en manos de tebanos leales. Finalmente, se crearon otros puestos de mayor ámbito territorial, también adjudicados a gentes originarias de Tebas, con los que se pretendía mantener el control de todo Egipto.

Exteriormente, fueron tres las principales direcciones que tomaron sus decisiones. De nuevo, en ellas se mezclaban habilidosamente las maneras militares y las diplomáticas.

En el frente del oeste, Mentuhotep I dirigió una campaña contra los pueblos libios, antes amenazantes de las fronteras egipcias. Consiguió asestar golpes especialmente duros contra estas tribus, llegando a matar a uno de sus principales dirigentes. De esta manera, se aseguró la tranquilidad en las fronteras del desierto libio. Contra Nubia realizó una primera campaña al poco de tomar el poder. Su objetivo era claramente comercial. Los nubios entorpecían las líneas de negocio establecidas anteriormente por los egipcios con el sur. Después de esta campaña, seguida por algunas otras de menor entidad, Nubia permitió el comercio egipcio en la zona, fue sometida al pago de un tributo y tuvo que enviar numerosos mercenarios a las órdenes del faraón. Por último, en el este, se producen nuevas expediciones militares. A través de las mismas, Egipto consiguió reabrir las importantes minas de turquesas situadas en el Sinaí. Sin embargo, no se pudo alcanzar una situación de hegemonía en tierras palestinas y sirias.

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