Desde la instauración de la figura del faraón como señor máximo de las dos tierras de Egipto, su papel religioso ha sido el pilar central sobre el que sustenta su poder.
Si bien es cierto que durante determinados momentos históricos, el Faraón se constituye como un gobernante poderoso, empeñado en tareas militares o civiles, su papel dentro del complejo religioso egipcio siempre ha sido primordial.
No en vano, el Faraón era la representación de la divinidad en la tierra. De la salud del rey, de su buen estado, tanto físico como espiritual, dependía el bienestar de todo el país. Era necesario la perfecta coordinación entre los dioses y sus súbditos terrenales. Armonía posibilitada y auspiciada por el Faraón, la representación divina en la tierra. En definitiva, el monarca era el guardián de esta armonía divina que propiciaba la felicidad de los seres terrenales que habitaban las riberas del Nilo.
La Fiesta Sed, o más propiamente el Heb Sed, era una fiesta propiciatoria. A través de ella, el faraón renovaba su compromiso con los dioses, asegurando la prosperidad de Egipto. En su forma, no recordaba más que la renovación del compromiso real.
Se han utilizado diversas fuentes para estudiar el proceso seguido durante el ceremonial del Heb Sed. Fuente de primera importancia está constituida por la gran cantidad de jeroglíficos con referencias directas al Jubileo Real. Por otra parte, son numerosas las muestras artísticas, casi siempre relieves, donde se representan los diferentes pasos seguidos en la celebración. Uno de los ejemplos que más información ha aportado es el de los relieves recuperados en el santuario de Atón de Karnak erigido durante la Dinastía XVIII y actualmente depositadas en el Museo de Luxor.
Sobre su cronología, los primeros datos referidos a la Fiesta Sed nos indican que se trata de una ceremonia de gran antigüedad, casi desde el inicio de las dinastías históricas. Al parecer, ya está atestiguada en las llamadas tablillas del rey Den, o incluso, en el patio de la pirámide escalonada de Djeser, el segundo monarca de la III Dinastía, es decir alrededor del 2780 a 2680 a. de C. Su celebración fue ininterrumpida hasta aproximadamente el siglo IV a. de C.
El nombre de esta festividad puede estar relacionado con el dios Sed, un dios representado por la figura de un chacal. Para otros autores, sin embargo, el nombre haría referencia a la cola de animal que el faraón empleaba para ceñir su faldellín real. De esta manera, se encontraría el paralelismo con el concepto “cola”, representado por sed.
El objetivo de la fiesta, que podía llegar a prolongarse durante unos cinco días, era la renovación del poder del faraón, tanto físico como mágico y espiritual. A través de los diferentes actos ceremoniales, se intentaba evitar el agotamiento de los supuestos poderes sobrenaturales del monarca elegido por los dioses. Según la tradición, esta fiesta debía celebrarse cada treinta años a partir de la coronación del nuevo soberano. Sin embargo, con el paso del tiempo, los diferentes reyes la convocaban con distintos periodos de tiempo, cuando la situación lo aconsejaba o con claros fines propagandísticos. Así, se ha documentado que Amenofis III lo llegó a festejar hasta tres veces, pero Ramsés II lo hizo la sorprendente cifra de catorce veces.
Los actos se desarrollaban en la llamada “casa de millones de años (hut heh renp wit). Este edificio se construye dentro de enormes complejos arquitectónicos, como pueden ser los templos. Hay restos en Bubastis o Karnak, entre otros muchos lugares.
En su primera coronación, el faraón, después del luto establecido para el predecesor fallecido, sufría una serie de rituales a través de los cuales se encarnaba en la figura del dios Horus. Los actos tenían lugar en la capital del reino, con la presencia de toda la familia real y los más altos dignatarios del país. Después de la proclamación de su nombre dinástico, una vez elegido por los dioses, y de los ritos purificadores, el nuevo faraón tenía que protagonizar tres solemnes actos.
El primero es el Kha nexwit y el Kha biti. En un estrado se sitúan dos sillones que representan los tronos del Alto y Bajo Egipto. El rey, con todos los atributos de la monarquía, debe sentarse en cada uno de ellos representando su papel como soberano de ambas tierras. La segunda es el sema tawy (Reunión de las dos tierras), cuyo principal acto es la unión de unos papiros, planta del norte del país, con unos lirios, planta del sur, en torno a un pilar de madera que se inserta en el trono real protegiendo al faraón. Posteriormente, éste debía disparar su arco hacia los cuatro puntos cardinales para mostrar su poder universal. La última, el pekherer ha ineb, consistía en una procesión alrededor del muro que protege el recinto sagrado. Simboliza la protección que el monarca otorga a su país.
La Fiesta Sed recordaba estos ritos de la coronación inicial. Sin embargo, también se contemplaban algunas variaciones. Previamente, una estatua que representaba al faraón envejecido era enterrada. Acto central, por otra parte, consistía en la erección del pilar djeb. De esto se encargaba personalmente el monarca, representado de esta manera la resurrección de Osiris. Durante el mismo, se pedía a los dioses que concedieran al rey un reinado de millones de años de estabilidad y prosperidad. Cuando se acababa, el faraón era objeto de un homenaje multitudinario. De esta manera, había conseguido reforzar todos sus poderes de nuevo.
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