La diosa Isis, esposa de Osiris, desempeñó un papel importante en la mitología egipcia desde época muy temprana.
Como se cuenta en el “Mito de Osiris”, esta diosa rescató el cuerpo sin vida de su marido y, a través de sus poderes mágicos, consiguió reavivarle el tiempo suficiente para concebir un hijo. La leyenda cuenta que se transformó en gavilán y comenzó a agitar sus alas. El aire que originó de esta manera insufló a su marido el aliento vital.
Al enterarse de su embarazo, Isis corrió a las marismas del delta del Nilo para ocultarse de su hermano Seth, quien había asesinado a su marido por envidia; Isis tenía miedo de que su hijo pudiera correr la misma suerte. Dio a luz un niño divino, Horus, en la localidad de Chemis, cercana a Buto y allí lo crió, protegida por otras deidades, como Selket, la diosa escorpión y en el mismo lugar esperó a que su hijo tuviera la edad suficiente como para vengar a su padre.
El culto fue traspasando las fronteras de Egipto con el paso del tiempo. A finales del siglo I o principios del siglo II , el griego Plutarco escribió una versión del mito de Isis y Osiris. En ella explica que Osiris era un rey de Egipto que recorrió el mundo enseñando la agricultura y las artes a la humanidad. Su hermano Seth sentía celos de él y conspiró con sus seguidores para destronarlo. Mandó construir un hermoso cofre de oro con las medidas exactas de Osiris y durante el transcurso de una fiesta anunció que se los regalaría a la persona que encajara perfectamente en él. Osiris, que no sospechaba nada, se tumbó dentro de él. Al momento, Seth y los demás conspiradores cerraron la tapa, la sellaron con plomo fundido y lo arrojaron al El Nilo. El ataúd siguió por el Mediterráneo y fue a parar al Líbano.
Isis encontró el ataúd, lo llevó Egipto y sólo lo dejó cuando acudió a ver a su hijo Horus a Buto. Ese mismo día, Seth encontró de nuevo el ataúd. Lo abrió, dividió el cuerpo de su hermano en catorce pedazos y los desperdigó por todo Egipto. Isis encontró los pedazos excepto el pene, puesto que se lo había comido un pez. Esta era la forma de explicar por qué, según Plutarco, los sacerdotes egipcios no comían pescado.
Iconográficamente, la diosa Isis aparece representada como una mujer. Su posición puede variar, aunque lo más normal es que se muestre de pie. Sin embargo, en algunas representaciones se refleja a la diosa sentada en un trono, o incluso, arrodillada ejerciendo la función de plañidera por la muerte de su marido y hermano Osiris. Entre sus atributos, en épocas tardías, figura tocada por un trono o por unos cuernos que enmarcan el disco solar, atributos tomados de otras divinidades del panteón egipcio. Sin embargo, estas representaciones no son únicas y se han dado muchas variaciones. A lo largo de los siglos, la diosa fue tomando diferentes atributos, formas y papeles de otras divinidades, hasta llegar a convertirse en un personaje relevante dentro del conjunto teológico egipcio, llegando su proyección a superar las fronteras e instalándose su culto en todos los puntos del Mediterráneo.
La diosa nunca tuvo una ciudad o templo de origen como correspondía normalmente en la religión egipcia. Cada provincia solía disponer de su propio dios titular, que según los diversos avatares de la historia política del país podía llegar a alcanzar mayor grado de veneración en el ámbito nacional o menor. Sin embargo, Isis nunca tuvo un lugar de nacimiento reconocido, ni siquiera de muerte o enterramiento, como ocurría con otros dioses. Su culto perduró durante toda la historia egipcia asociada a diversos dioses en cualquier ciudad egipcia.
Durante la época tardía, a partir de la restauración saíta, pero sobre todo a partir de la dominación griega, su culto sufrió un importante apoyo estatal que logró encumbrar a los puestos de los dioses nacionales privilegiados. Posteriormente, su carácter mistérico posibilitó su expansión y asimilación con otras divinidades del Mediterráneo oriental, llegándose a extender su culto hasta el extremo occidental del Mediterráneo.
Uno de los factores más destacable sobre esta diosa es la importancia dentro del mundo teológico egipcio. No en vano, ella está en estrecha relación con algunos de los mitos cosmológicos más importantes del momento. Incluso, considerando la importancia que para los egipcios tenía su marido Osiris y todo lo relacionado con la vida de ultratumba, Isis fue la que resucitó al dios, después de sufrir innumerables trabas en la búsqueda de su cuerpo, en su conservación, e incluso, a la hora de engendrar a su hijo Horus. Horus sufrió numerosas disputas con Seth para ostentar el poder real sobre los hombres y la tierra.
Pero, gracias a las artimañas de su madre, consiguió por fin ostentar el título real. El papel de Isis fue fundamental en este episodio. No en vano, Osiris es considerado el primer gobernante de los hombres, sucedido por su hijo Horus. Incluso, los primeros faraones recibían el título honorífico de Hijos de Horus. E Isis era su madre. No en vano, en numerosas ocasiones aparece claramente asociada al concepto de “trono”.
Sin duda, su carácter de madre es fundamental para entender el destacado papel de Isis en la religión oficial egipcia. No en vano, en numerosas sociedades agrícolas del Próximo Oriente se rendía culto a divinidades que podían representar a la madre naturaleza. Por eso, Isis tiene como principal misión proteger la fecundidad, a la mujer procreadora, a la infancia. También es la gran maga, magia que no dudó en ningún en utilizar para resucitar a su marido o para engañar a los dioses y que entregasen a su hijo Horus el trono sobre los hombres y la tierra. Aunque con un papel secundario, en cierto modo en la sombra, Isis se constituye como la principal divinidad para entender el mundo egipcio, su nacimiento y su desarrollo.
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