Horemheb: El último rey de la dinastía XVIII

En un periodo en donde el descontento popular sucumbía ante la revolucionaria visión religiosa de uno de los faraones más discutidos de la Historia Antigua, surge uno de los personajes más carismáticos que se recuerda en Egipto: Horemheb.

El pueblo egipcio, inmerso en pleno siglo XIV a. C, asiste impertérrito a los últimos coletazos de la XVIII dinastía del Imperio Nuevo y a las acciones de su principal protagonista el cual atiende por el nombre de Amenofis IV.

Este faraón parecía estar dotado de exquisitas virtudes que se volcaban principalmente hacia una política de tinte subjetivo y fiel a su más absoluta voluntad. Entre esta agitada política n destacaba precisamente el arte de las relaciones exteriores y de la guerra sino que más bien se centró en pasar a la historia por la osadía que presentó al proclamarse como el único faraón artífice de una reforma religiosa en la Historia del Antiguo Egipto: la religión del dios Atón.

Amenhotep IV, Nefertiti y sus tres hijos. Dinastía decimoctava.

Amenhotep IV, Nefertiti y sus tres hijos. Dinastía decimoctava.

Se ha llegado a comentar entre los círculos más entendidos que realmente este faraón no fue un buen gobernador ya que en ningún momento demostró ser un buen político; durante su reinado no dudaría en abandonar cualquier asunto referido a las relaciones exteriores como fue el memorable momento en que se negó a prestar ayuda a sus aliados en un momento de gran tensión. Y es que en el contexto en que se vio inmerso el reinado de Amenofis IV había resurgido una grave amenaza (los hititas) quienes, fortalecidos mediante una gran alianza contra Egipto, no cesaban en su intento por ampliar sus territorios sin encontrar apenas resistencia por el Próximo Oriente.

Amenofis IV

Entre los años 1340 a.C. – 1314 a.C. el reinado de Amenofis sufrió una revolución religiosa que comenzaría con unas acciones en contra de la tiranía ejercida por los sacerdotes de Amón y continuaría con la sustitución de la religión politeísta tan extendida por todo Egipto desde tiempos inmemoriales y que estaba basada en el culto a Amón y a otras deidades egipcias. Las represalias más señaladas llevadas a cabo por el faraón son verdaderamente numerosas y asombrosas rescatando como ejemplos la clausura de los antiguos templos o la actuación y nueva consideración de la figura del faraón para todo el pueblo egipcio y ante los ojos del resto del mundo.

En este mismo contexto surge uno de los personajes con más futuro en el devenir del Imperio Nuevo: Horemheb.

El que han llegado a considerar como el último rey de la dinastía XVIII; procedía de una antigua y noble familia del Alto Egipto, posiblemente originaria de Hutnesut; y, siendo aún adolescente, decide iniciar su carrera militar engalanando la misma de tal cantidad de triunfos que llegarían a alzarlo, incluso, hasta el mismísimo trono del gran imperio Egipcio.

La despreocupación manifestada por el propio Akenatón tanto en la defensa de Siria como de Palestina, provocaría que ambos territorios dificultaran la empresa del ejército egipcio y la del propio general ante la difícil campaña por detener el ataque invasor y así evitar llevar a Egipto a una situación marcada por el declive militar y territorial; algo que parecía en este momento casi inevitable.

Gracias a la carrera meteórica de Horemheb, en años posteriores, llegó a alcanzar el rango de general adoptando el nombre de Paatonemheb; sus sucesivos triunfos militares le harían brillar aún más en regiones tan conflictivas y atractivas como era Asia o en su campaña por conservar la región de Palestina dentro del imperio del Antiguo Egipto.

Su brillante currículo motivó su envío a Asia, logrando conservar la región de Palestina pero ahí no terminaría la hostigación hitita; este problema sería uno de los problemas que heredaría y solucionaría el general Horemheb, quien finalmente llegaría a ser rey tras un breve período de tiempo tras su regreso a Tebas.

Pero la cara oculta de uno del que sería uno de los faraones más emblemáticos del Imperio Nuevo, la encontramos en la confabulación que el general motivó contra el propio faraón regente, Tutankhamón; una campaña de intrigas respaldado por el clero tebano que apostaba enfervorecidamente por su nueva candidatura tras la muerte del faraón Ai. Sus acciones, con respecto las dificultosas relaciones exteriores se centraron en hacer frente al que más tarde fue repelido, el ataque y expulsión del pueblo de los hititas de Egipto.

A partir de la cada vez más influyente confabulación contra el faraón y otras grandes hazañas protagonizada por el general y su amplio ejército, la amenaza recaería de nuevo sobre la población egipcia pero esta vez no de la mano de otro pueblo invasor sino de la peste que sumergiría al reinado de Akenatón en la más absoluta penuria provocando que abandonase totalmente su cargo delegando la política exterior en manos de Horemheb, uno de sus colaboradores.

Fue el mismo oráculo de Amón el que eligió al general como faraón legitimando éste su candidatura al casarse con la princesa Mutnedjemet y vinculándose con la familia reinante. A pesar de su mal hacer y sus sucias artimañas por relegar del poder al entonces faraón, parece ser que su política estaba basada para con su pueblo.

Por otra parte, a pesar de los grandes y casi obsesivos esfuerzos del faraón Akenatón por implantar y generalizar el culto basado en esta expresión de gratitud hacia la deidad solar amparados en la creencia de que la fuerza del mismo se debía a su propia energía en forma de calor dando vida a todo lo que habitaba sobre la tierra, la religión jamás llegaría a ser aceptada por el pueblo al dios Atón (el dios Sol).

En los primeros pasos en el mandato del ya veterano general, una vez nombrado faraón, se orientan en acabar con las últimas muestras religiosas del faraón Akenatón haciendo que la herética religión de Atón fuese proscrita y olvidada.

La importancia de estos acontecimientos también se puede constatar en el mundo del arte ya que infinidad de representaciones en palacios, pirámides… nos hacen partícipes de la existencia de este hombre de origen humilde y con una carrera vertiginosa a quien se le atribuye el derrocamiento de la nueva y herética tendencia religiosa y, consecuentemente, adoptar las riendas del imperio.

Concretamente, según un hallazgo arqueológico denominado la “Estela de Horemheb”, encontrada en la ciudad de Karnak, el reinado del general fue verdaderamente edificante ya que reorganizó un Estado sumido en la más absoluta anarquía, corrupción y abusos. Las medidas más destacadas fueron las que se decretaron con contundentes penas para aquellos culpables de tales delitos; inmediatamente el país alcanzaría una rápida recuperación.

Horemheb y el dios Horus

Horemheb y el Dios Horus

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