Exploración arqueológica en Egipto: Los comienzos

En nuestro empeño por hallar las causas que originaron la primera exploración arqueológica en Egipto, hemos encontrado distintas versiones pero, sin duda alguna, es el papel que ha otorgado la comunidad científica a los planes de Napoleón Bonaparte y su expedición por Egipto la que consideramos que tiene más credibilidad.

En pleno siglo XVIII, el ejército napoleónico arriba a costas egipcias con el único objetivo de aislar a los ingleses de la India y de sus otras posesiones orientales.

A pesar de que dicha campaña no obtuvo demasiados éxitos políticos ya que los ingleses se encargaron de cerrar todas las vías de avance y regreso a casa existentes para los franceses (quedando éstos a merced del desierto y de la mortífera peste); sí que debemos recordar la importante misión científica que a partir de este momento se desarrollaría. Recordemos que, junto al importante efectivo militar destinado en la zona, se le sumó un equipo formado por unos 200 especialistas, escribanos y artistas que crearían una nueva ciencia: la Egiptología. El hallazgo realizado por unos soldados franceses; quienes, efectuando obras de fortificación cerca de la pequeña ciudad de Roseta, al este de Alejandría; desenterraron una piedra de basalto negro pulido que se traduciría en uno de los descubrimientos más importantes de la Historia, “la piedra de Roseta”.

La piedra roseta

La espléndida labor de algunos estudiosos como el francés J. F. Champollion y el también orientalista y diplomático sueco, Johan David Akerblad (también llamado el primer egiptólogo por sus increíbles avances) por lograr la traducción del código que albergaba la piedra de Rosetta empezaron a simultanearse con la puesta en marcha de otras empresas arqueológicas que perseguían el objetivo de desarrollar los máximos estudios en la zona. A partir de dichos estudios se desenterraron aquellas tantas riquezas que, por un lado, están consignadas en una obra de treinta y dos volúmenes titulada Descripción de Egipto; y que, por otro lado, han llegado a formar auténticas colecciones del instituto egipcio creado por la fiebre arqueológica en la ciudad de El Cairo. Podemos decir que, a partir de estos momentos, se originan los comienzos de la Egiptología pudiendo hablar del inicio de una imparable carrera en búsqueda de tesoros que perseguía, en el fondo, el deseo de enriquecimiento a pesar de que, debido al cambio del rumbo de la guerra, todos estos hallazgos fuesen a conformar la base de las colecciones de antigüedades egipcias del Museo Británico de Londres.

Es un hecho importante el que durante los primeros siglos de la Cristiandad, las tumbas perforadas en las rocas habían servido de abrigo a los anacoretas que buscaban soledad, paz y sosiega del alma; el hecho de que muchos de estos arqueólogos empezasen a pasar largas horas, semanas e incluso meses y años excavando en las cercanías. También era un problema importante el hecho de que dichas cuevas empezaran a servir como refugio de aquellos amigos de lo ajeno a pesar del esfuerzo inútil de las máximas autoridades egipcias.

El italiano Batista Belzoni fue el primero en penetrar en las grutas tras la expedición de Bonaparte logrando evitar el saqueo de tales delincuentes y hazañas aún no superadas como exhumar de las arenas del desierto de Nubia el templo funerario de Ramsés II, cerca de Abu Simbel; además de penetrar en los misterios de la segunda pirámide situada cerca de El Cairo. Belzoni, aparte de de reunir los tesoros artísticos de la antigua Tebas, realizó otros importantes descubrimientos en el Valle de los Reyes destacando su mayor hallazgo: la tumba de Seti I, notable por sus maravillosos relieves.

primeras expediciones en Egipto

Este nuevo descubrimiento de la otra orilla, la del Valle de los Reyes, abrió un filón que supieron aprovechar alemanes (Richard Lepsius), franceses (Champollion) hasta el siglo XIX cuando las arriesgadas empresas de dichos exploradores mostraron al mundo las tumbas de famoso faraones como eran Tutmosis III, Seti I y Ramsés II. La figura más destacada a la cual se le ha atribuido el renacer de la Egiptología es el francés Auguste Mariette, descubridor de enormes cantidades de obras de arte en los alrededores de El Cairo y en Tebas.

Una vez atravesada la barrera del siglo XX, serán los capitales multimillonarios de jeques y empresarios (véase el caso de Davis) los que financien las más importantes excavaciones en el Valle de los Reyes. La Egiptología seguía su rumbo adaptándose a los tiempos y hallazgos como la tumba de Hatshepsut y la caverna donde se ocultaban el sarcófago de Akenatón (ambas sin saquear) fueron el producto de muchos meses de trabajo y miles de dólares invertidos.

En 1914, arqueólogos aficionados como fueron el inglés lord Carnarvon, y su colaborador Howard Carter, arqueólogo experimentado, abrieron un nuevo período en la historia del Valle y de la Egiptología. El plan original se basaba en remover unas 200.000 toneladas de escombros y cascotes para comenzar las excavaciones de aquella zona en que sospechaban se encontraba la tumba de un gran faraón. Después de varios años, en 1922, se produce un descubrimiento sensacional ya que es encontrada la tumba de Tutankamón la cual, a pesar de que se descubrió que también había sido objeto de hurto, parecía completamente sellada y portadora de una horripilante y enigmática historia que a más de uno le ha producido un quebradero de cabeza.

El hecho es que nunca se ha producido un descubrimiento tan valioso como el de la tumba de Tutankamón y los sucesivos descubrimientos de templos y tumbas en el transcurso de los años simplemente han permitido a los investigadores dar una idea cada vez más exacta de la Antigüedad egipcia.

Es una realidad que aquellos comienzos en donde la curiosidad y el entusiasmo impregnaban las búsquedas de tesoros se han convertido en científicas empresas cuya labor se basa en la interpretación de la antigua escritura (la cual progresa constantemente), los modos de vida, las fórmulas empleadas en la construcción de pirámides… de forma que poco a poco se vaya corriendo el tupido velo que aún nos envuelve en ese halo de misterio que es la antigua historia de Egipto.

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