Los escultores que trabajaron para los gobernantes de la XI y la XII Dinastía llegaron a adquirir una gran maestría en su labor.
Incluso, puede que mejorasen su técnica respecto a los escultores del periodo anterior, el Imperio Antiguo. Un cierto escultor llamado Iritisen, que vivió durante el reinado del faraón Mentuhotep, afirmaba que había adquirido su habilidad en la escultura muy fácilmente, lo mismo que le había sucedido a su hijo.
El Imperio Medio supone una serie de transformaciones estéticas en el artista que reflejará en su obra. Tras el Primer Periodo Intermedio, el artista se sumerge de lleno en la experimentación y en las innovaciones técnicas. Este nuevo periodo supone la recuperación de los ejemplos del Imperio Antiguo como modelos a imitar, aunque nunca se llegaría a conseguir la unidad de estilo representado por el anterior arte menfita. De la misma manera se empiezan a esbozar las formas que dominarán el arte de la Dinastía XVIII, pero sin alcanzar su plenitud, aunque sí una cierta apertura al exterior.
La feudalización y provincialización artística del Periodo Intermedio todavía se reflejaría en al arte de estos momentos, ya que se siguieron manteniendo en sus respectivas provincias ciertos gustos y maneras a la hora de tratar las obras de arte.
Sin embargo, durante el llamado Reino Medio, se produce un cambio sustancial en los modos de enterramiento, que puede, incluso, reflejar un cierto cambio en la mentalidad del hombre egipcio, producto sin duda de los acontecimientos que vive durante el Primer Periodo Intermedio. Antiguamente, en las tumbas del Imperio Antiguo, se solía depositar una estatua representando al difunto. Sin embargo, en este nuevo periodo al que nos referimos, esa estatua es sustituida por una estela donde en relieve aparece también reflejado el difunto en actitudes más o menos similares en todos los ejemplares conservados.
Para algunos egiptólogos, esta sustitución demostraría que los egipcios del Imperio Medio vivieron en mayores condiciones de pobreza que en el periodo anterior. De esta manera, poner una estela en vez de una escultura de bulto redondo implicaría un menor gasto tanto en el material como en la ejecución. Sin embargo, otros autores afirman que este cambio no implica necesariamente un menor nivel económico. Es más, la precisión técnica que llegan a alcanzar estas estelas implica un gran cantidad de trabajo y, por lo tanto, su equivalente remuneración.
Otro factor religioso se modificó con la instauración de la Dinastía XI. Anteriormente, la escultura depositada en la cámara funeraria servía como representación del individuo retratado, de tal manera que debería servir para alojar su espíritu. Sin embargo, las estelas utilizadas en el Imperio Medio ya no tienen esa función. Ante ellas, los egipcios realizan ofrendas en honor al difunto.
En cuanto a su tipo, estas estelas ofrecen una uniformidad hasta cierto punto sorprendente. La figura central es la del difunto, que aparece representado a una escala mayor que el resto de figuras. Puede aparecer acompañado por su esposa o por sus hijos, siempre y cuando éstos también hubiesen fallecido. El difunto recibe las ofrendas por parte de sus familiares, haciendo un gesto aprobatorio adelantando su mano derecha mientras que la izquierda la acerca al pecho.
Muchas veces, las figuras que brindan los alimentos pueden aparecer vertiendo un líquido sobre las ofrendas. El oferente suele estar asistido por un sacerdote con las manos elevadas que indica los pasos necesarios que deben marcar el buen desarrollo de los actos votivos. También puede aparecer otro clérigo que, sin embargo, realiza el rito conocido como setep sa, que significa “lanzar el fluido de la vida”.
Técnicamente, podemos resaltar una serie de cambios respecto a la elaboración de relieves durante el llamado Imperio Antiguo. Las figuras disponen de un modelado mucho más delicado, más fino, en parte resultado del interés del artista por las líneas, que aparecen mucho menos acentuadas.
El contorno de las figuras se ha silueteado, y esta vez no sobresalen respecto al plano del fondo. De esta forma, la estela no representa un volumen, sino un plano, ya que los contornos de los elementos que la componen están excavados en la piedra, consiguiendo un interesante sensación óptica. Aún así, las líneas son muy finas, pareciendo simples dibujos sobre la losa, enmarcando figuras que deliberadamente han sido alargadas. En el interior de los cuerpos, son muy escasos los detalles que se representan, pero sobre todo son muy discretos.
Se han conservado relativamente numerosos ejemplares de este tipo de estelas funerarias pertenecientes a este periodo, hoy en día, la mayoría, en museos de Europa. En el Museo Británico de Londres se conserva la estela funeraria de Teti, realizada durante el gobierno de la Dinastía XI. El Museo Guimet, de París, custodia otra estela funeraria que, según los egiptólogos, puede adscribirse cronológicamente al reinado de Sesostris I, faraón de la XII Dinastía. En ella, aparece representado el difunto con su esposa, aunque ésta a un tamaño mucho menos respecto a su esposo. Delante de él aparece la mesa de ofrendas. Es curioso cómo los egipcios todavía no dominaban la representación de la profundidad en el plano. Los alimentos aparecen figurados en el mismo plano, unos encima de otros.
Otro ejemplo de gran curiosidad, aunque fragmentario, fue hallado en la capilla de la tumba de Ua – hanj Intef II, de la Dinastía XI. El modelado de las figuras ya no es tan tosco, sino que hay un verdadero interés del artista por impregnar la obra de una mayor suavidad, aunque la superficie redondeada de las figuras nos da una sensación de un relieve muy marcado.
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