El Faraón Micerinos

Siguiendo la estela de sus antepasados, en la actualidad nos encontramos con bastantes lagunas sobre la información referida al faraón Micerinos ya que apenas existen datos sobre la vida y el reinado del faraón en cuestión. Se cree que, el también llamado Mikerinos o Menkaura, fue hijo natural de Kefrén y nieto del faraón Keops aunque haya severas dudas de que fuera cierto ya que el papiro de Turín menciona el nombre de un rey entre Micerinos y Kefrén, pero el nombre fue destrozado.

A pesar de esta controvertida información podemos localizar cronológicamente su reinado durante el imperio Antiguo entre los años 2490 a. C y 2494 a.C, una vez que se produce la muerte de su padre Kefrén; fue entonces cuando adoptaría los títulos de Kakhet y Hornub.

El hallazgo de varios textos relatando interesantes características del reinado de Micerinos en la tumba de Debhen nos son de verdadera gran utilidad a la hora de resumir en este artículo sus más destacadas hazañas. Las evidencia textuales indican que Egipto vivía sumido en un estado de crisis acrecentada por el enorme esfuerzo tanto económico como humano que se estaban desviando en la construcción de obras arquitectónicas.

Micerinos

En la sociedad podemos avistar la existencia de unos altos oficiales dotados de unos privilegios hasta ahora inexistentes en otros reinados. La prueba la encontramos, por ejemplo, en las exuberantes tumbas pertenecientes a este funcionariado dotado de una gran cantidad de estatuas, inscripciones y escenas jamás documentadas o en una novedosa política practicada por el faraón Micerinos que se basó en la apertura de su propio palacio a los niños de sus oficiales con el fin de que fueran educados y tratados como los propios hijos del rey, de tal forma que se estrechase aún más los lazos entre ambas institución Sus hazañas se reflejan es sociales.

Un dato curioso es el que revelamos del análisis de algunos textos y evidencias arqueológicas y que apunta a que en realidad el palacio del rey se encontraba cerca de la pirámide y no en Menfis como muchos otros estudiosos se han atrevido a decir.

Suponemos que aprovechando un momento de paréntesis de esplendor en una etapa de profunda crisis social y política como resultó ser la del Imperio Antiguo, Micerinos envió expediciones al Sinaí en busca de deslumbrantes materiales con los que construir su pirámide y ornamentar las distintas dependencias de su palacio.

Es sabido que los egipcios fueron un pueblo muy apegado a los mandatos divinos. El hecho de que la vida después de la muerte fuese considerada como una existencia semejante a la vida terrena impulsó a cada uno de los faraones de esta dinastía y posteriores a su preparación para la vida futura. Una vez difuntos, estos personajes eran enterrados junto a algunos miembros de su familia también fallecidos con toda clase de elementos de uso cotidiano y alimentos. Las paredes de las estancias interiores eran decoradas con pinturas que dejarían constancia de cómo habían sido sus costumbres.

El faraón como concepto de un ente por encima de todo, como autoridad absoluta se reflejaría en grandes construcciones funerarias como es el caso de las archiconocidas pirámides de Gizeh. En el Antiguo Egipto se creía que el faraón estaba dotado de cualidades divinas que le situaban aparte del común de los mortales. Así como se suponía que en vida era la reencarnación de Horus, el dios del cielo, en la muerte se unía al dios del Sol, Ra, y navegaba por el firmamento en su embarcación celestial.

Tres son las pirámides que conforman el conjunto funerario iniciado por el faraón Keops, la última es la más pequeña del conjunto funerario formado por las tres pirámides de Giza y pertenece a Micerinos.

El proyecto que surgió por el heredado gusto por la ostentosidad del faraón le llevó a construir la tumba que se destinaría para preservar el cuerpo del faraón. Dicho propósito quedaría inconcluso por dos posibles causas, en primer lugar, por la brevedad del reinado de Mikerinos y, en segundo lugar, por la por la falta de medios materiales que vino motivada como consecuencia de la penuria económica que estaba viviendo el imperio, no olvidemos el simple hecho de que las obras funerarias de los faraones anteriores habían arrastrado ya un importantísimo coste material y humano. Egipto no pudo permitirse de nuevo un lujo de tales dimensiones.

A esta obra de arte la llamaron “Micerinos es divino” y llegó a alcanzar los 63 metros y medio de altura. Aunque es menor que las dos anteriores ya que su base mide sólo 180 metros de lado con una altura de 66 metros, a diferencia de las dos restantes, sus dimensiones menores son realmente notorias ya que se constituyó como la de mayor belleza ya que se pensó cubrir la totalidad de su superficie con granito rosado de extraordinaria calidad, material que la haría brillar con luz propia.

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